Ciclismo de montaña y el equilibrio del riesgo

Con toda la emoción que rodea al Coronavirus, hemos olvidado lo hermoso que es andar en bicicleta de montaña en Guatemala en mayo. Después de 6 meses de sequía, han llegado las lluvias, el polvo se ha enmarañado, los ríos secos han revivido y la tierra está floreciendo. El aire es rico en nuevos olores y las tardes se llenan del sonido de las gotas de lluvia en los techos y de los truenos lejanos que nos arrullan hasta quedar dormidos. La tierra ha tenido la oportunidad de descansar. Aquí en Guatemala nos encontramos con el aire más limpio en años y un nuevo silencio que nos presta a la introspección. Un nuevo ritmo de lluvias primaverales y órdenes de queda en casa nos han dado la oportunidad de ver cuán dinámico puede ser el clima en Guatemala tanto ambiental como políticamente. El ciclismo de montaña y el equilibrio del riesgo Un pensamiento que he estado teniendo últimamente es cómo nosotros, como atletas de aventura, equilibramos el riesgo. Practicamos actividades que a la mayoría de la gente le parecen peligrosas, sin embargo sabemos que la habilidad es el resultado de una progresión y entrenamiento lentos. Lo que parece peligroso tu primer día en la bici, pasa sin pensarlo al siguiente, y así empujamos lentamente nuestras zonas de confort y encontramos nuestras alas para volar. Con toda esta charla últimamente sobre la mortalidad y las tasas de mortalidad, creo que muchas personas han perdido totalmente el contacto con el riesgo en la vida moderna, de conducir sus autos o comer alimentos pobres. Se apresuran a criticar las actividades al aire libre como riesgosas cuando los estudios muestran una y otra vez que andar en bicicleta es menos peligroso que caminar a distancia. Además, los beneficios para la salud de salir al aire libre y la extirpación superan con creces sus desventajas. Mientras me siento aquí confinado en mi apartamento, observo los pájaros afuera. Volando a gran velocidad hacia una pared